martes, 25 de octubre de 2011

Parte cuatro.

            Sus puños se cerraron, haciendo que las venas que se entrelazaban entre los músculos de sus brazos se hincharan, cómo queriendo estallar. La tensión se intensificaba por momentos, tanto que llegó al punto de sentirla yo misma, que contemplaba la escena a una decena de metros de allí. Héctor fue el primero en dar el golpe, Pablo y Javier salieron en defensa de Marcos, mientras Iván intentaba sujetar a su compañero, que ya le había propinado una patada a su contrincante en un costado. Me lo pensé un par de veces, pero decidí bajar a ayudar a Javier y Pablo, que sin querer se habían llevado la mitad de los puñetazos que Héctor lanzaba al aire.
            Leire y Carla llegaron corriendo y se pusieron a mi lado. Las tres corrimos hacia la salida del instituto:
-Venga Martina, diles algo-me animó Carla.
-Son dos seres irracionales, no me escucharán- solté sin pensar.
-Marcos sí lo hará, él siempre te escucha- apostilló Leire.
-Otra cosa es que me haga caso- completé yo. Lo cierto es que Marcos hacía todo lo que yo quisiera, y miento si os digo que no lo he utilizado alguna vez en mi beneficio. No soy una santa, tampoco es que me merezca el infierno, pero es lo que hay, ya os dije que no creo en el amor, y a más de uno le he mentido haciéndole creer que le quería sólo por llenar un poco el vacío que ese sentimiento dejó en mi. Eso sí, nunca con un buen resultado.
            Héctor se zafó una vez más de los brazos de Iván, y una vez liberado se abalanzó sobre Javier, que se apartó, haciendo que éste perdiera el equilibrio y diese una voltereta en el suelo. Exagerado diría yo. Se levantó inmediatamente, pero cuando fue a por Marcos se encontró con mi cara:
-Hola-dije serenamente. ¿Cuánto hará que no nos dirigimos la palabra? ¿Cinco meses quizá, o tal vez me quedo corta? Su mandíbula se relajó y sus facciones se serenaron. Respiraba entrecortado. Hacía frío, y él estaba empapado en sudor y en camiseta de manga corta- abrígate que te vas a resfriar- le dije con tono desafiante.
            Marcos me puso una mano en el hombro, y me susurró algo al oído. No lo escuché. Vale, miento, dijo: “vete que no tiene que ver contigo”. Soy muy cabezona, y sólo escucho lo que quiero escuchar.
            Héctor dio dos pasos hacia atrás, se puso su sudadera, cogió su mochila, dio media vuelta y desapareció. La gente que se había puesto alrededor de la pelea empezó a abuchearle. Marcos empezó a soltar maldiciones a diestro y siniestro:
-CÁLLATE- le corté- ¿pero se puede saber qué coño os pasa?
-No lo sé, pregúntale a él.
-Con ese no hablo yo ni aunque me paguen.
-Pues acabas de hacerlo.
-Mira, son tus problemas, no los míos, y si me he metido en medio ha sido porque primero, te iba a romper la nariz, y segundo, debe de ser la única forma de que me contases que aquel imbécil te tenía ganas- Marcos puso los ojos en blanco y miró hacia otro lado.
-Martina, no quería que te preocuparas… Lo siento ¿vale?
-Ten cuidado con lo que haces y con quién te metes. Y no te rebajes a su nivel sea lo que sea que esté pasando.       
            Me giré. Carla y Leire estaban esperándome apoyadas a la verja que rodea el instituto. Javier y Pablo le dieron unas palmadas en el hombro a Iván y éste se acercó a pedirle disculpas a Marcos por el comportamiento de su amigo.  El pelotón de gente se iba dispersando por momentos. Al fondo, alguien me miraba fijamente y…
“ –Ven… Ven… Ven… Ven… Ven…
-¿Quién eres?
-Ven… Ven… Ven… Ven…
-¡Quién eres he dicho!
            La oscuridad reinaba en aquel lugar. Unos brazos finos me apretaban contra su pecho. La voz de aquella persona era dulce, la de una mujer, sin duda. Pedía explicaciones a otra voz femenina que se repetía continuamente, ésta más melódica que la de la mujer que me abrazaba a mi. De repente, una extraña pieza musical tocada a piano rebotó en mis tímpanos. Sonaba mal, fatal, horrible, la mujer que me sostenía gritaba, cada vez más fuerte, y me tapaba los oídos, y entonces…”
-¡MARTINA TÍA!- la voz de mi amiga Leire me despertó del trance. La segunda vez en ésta semana- ¿estás bien?
            Yo la miré un tanto consternada. No le di la mayor importancia.
-Sí, lo estoy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario